The Croning (Laird Barron, 2012)
La primera novela de Barron nos regala memorables escenas de exquisito terror
The Croning es la primera novela de Laird Barron. Fue publicada en 2012 por Night Shade Books (que es la edición en kindle que yo he leído) y apareció en el mercado en español en 2014 gracias a Valdemar con el título de El rito. «Croning», efectivamente, sería el ritual pagano a través del cual la celebrante adquiere el estatus de bruja o «crone». Anteriormente, Barron había publicado dos colecciones de relatos, The Imago Sequence (2007) y Occultation (2010), que leí en años anteriores por estas mismas fechas[1].
The Croning cuenta la historia de un matrimonio de académicos radicados en la zona del Pacífico Noroeste de EE. UU. (localización habitual de la narrativa de Barron) a lo largo de distintas décadas y los acontecimientos que los han llevado a la situación actual, en la que irrumpe el elemento sobrenatural. La narración va saltando en el tiempo entre escenas violentas, inquietantes y asfixiantes, conectadas por la intrincada red de personajes que el autor va tejiendo entre los diversos capítulos, por los que he ido avanzando con interés creciente, subyugado por una atmósfera arrebatadora que recuerda a clásicos como Blackwood o Straub, hasta el cuarto final, en el que la novela no consigue mantener tan altas cotas, lo que es perfectamente comprensible porque hasta entonces la novela vuela muy alto.
El estilo de Barron funciona a toda máquina y pleno rendimiento. Es único, inimitable, excelso, suntuoso, arrebatador y alucinado. De hecho, en su segundo capítulo (situado en el México de la década de los 80) creo que está lo mejor que he leído de él: una trama violenta, propia de sus relatos hard-boiled, en un estado de delirio alcohólico que se convierte en una pesadilla febril interminable.
El autor aprovecha de manera muy efectiva los aspectos más oscuros de los cuentos de hadas (concretamente, Rumpelstiltskin) para algunas partes de la trama, consiguiendo captar poderosamente el interés del lector desde el arranque de la novela para después ir enhebrando lentamente el tejido de personajes que rodean al protagonista, ejemplificado magistralmente en la escena del paseo matutino con su perro, posiblemente mi parte favorita de la obra.
Todo ello va avanzando hasta el capítulo inmediatamente anterior al clímax de la novela, que describe una jornada de camping en los alrededores de la mansión del protagonista y el descubrimiento de ciertas ruinas, cuya existencia había sido sugerida en capítulos previos. Aquí la prosa está llena de sugerencias, resulta perturbadora y recuerda al mejor Algernon Blackwood.
Sin embargo, la novela decae indefectiblemente en las escenas finales, cuando los antagonistas se entretienen en dar explicaciones para enhebrar los distintos elementos (Rumpelstiltskin, la Vieja Sanguijuela, los Oscuros, los Desmembrados y los saltos temporales, además de la implicación del resto de personajes en la trama) y algunos de los secundarios terminan quedándose en excusas argumentales para poder exponer todo ello y dar pie a la elección final del protagonista, que, tratándose de una obra de terror de un subgénero tan concreto como este, resulta bastante predecible, además de no acabar de estar del todo justificada.
A S.T. Joshi no le falta razón cuando concluye que en esta parte final las piezas no acaban de alcanzar plena coherencia y que no queda claro cuál es el tema definitorio de la novela (el autor da a entender que debería tratarse de la revelación sobre la esposa del protagonista, pero esta trama queda completamente desdibujada en los últimos capítulos), pero en mi modesta opinión anda algo desencaminado al afirmar que la novela carece de clímax verdadero. Tampoco puedo darle la razón en su crítica general al autor respecto a sus decisiones de estilo. Es cierto que Barron en su estilo está encasillado pero es precisamente la obcecación por el estilo lo que me parece loable en el autor: la búsqueda sin compromisos de un nuevo medio de expresión personal para el horror cósmico puede parecer repetitiva o incluso adolecer de falta de inspiración en ocasiones, pero la crítica de Joshi resulta más bien perezosa cuando uno se da cuenta de que es a través de esa búsqueda que Barron ha madurado un estilo único e inconfundible. Y eso no está al alcance de cualquiera. Ni siquiera de Joshi.
El único problema que le puedo encontrar a Barron es más bien de índole estructural y es que algunas de sus obras (o partes de ellas) se ven constreñidas por los propios límites que él se ha autoimpuesto, como si en un intento de abandonar esa determinada estancia narrativa renunciara a encontrar otra que potenciara los aspectos más interesantes que ya se encuentran en ellas. Así, las escenas finales de la novela, con una sucesión tras otra de antagonistas que van exponiendo de forma amenazadora el elemento fantástico, resultan forzadas y decepcionantes frente a toda la poderosa secuencia de acontecimientos inquietantes, algunos de ellos rebosantes de sugerencia (p. ej. el paseo por el bosque), que están escritos con una maestría apabullante.
En conclusión, The Croning es una obra magnífica, donde se encuentra lo mejor, pero también un poco de lo menos bueno, de Laird Barron, y en cualquier caso esto último no empaña la experiencia memorable que suponen varias de las escenas de exquisito terror que nos hace disfrutar. Seguiremos avanzando con pasión por la obra de este autor único. Lo siguiente, Swift to Chase (2016).
[1] Leer a Barron se ha convertido en una tradición anual que voy anticipando con delectación.