One need not be a chamber—to be haunted—
One need not be a House—
The Brain—has Corridors surpassing
Material Place—
Emily Dickinson
House of Windows es la primera novela de John Langan y fue publicada originalmente en 2009 por Night Shade Books. Como su nombre sugiere, se enmarca en la larga tradición de las novelas sobre casas encantadas.
Durante unas vacaciones en la casa de unos amigos comunes, Veronica Croydon, la joven esposa de un profesor de la Universidad del Estado de Nueva York desaparecido dos años atrás, decide confesar al autor todo lo que sabe sobre ello. Estamos, por tanto, ante un relato subjetivo y, en cierto modo, confesional. La historia completa nunca ha llegado a los oídos de nadie y la narración de Veronica tiene un fuerte componente de expiación.
Roger Croydon ha escrito varios libros sobre Charles Dickens. Se le considera una autoridad en la materia y se ha ganado el respeto de sus colegas tras una carrera académica brillante, labrada con mucho esfuerzo a pesar de su padre (ya fallecido), un hombre alcohólico, autoritario y maltratador. Es un profesor de prestigio, está orgulloso de sus éxitos y tiene bastante carácter. Está felizmente casado y tiene un hijo, Ted, que, carente de todo interés por los estudios universitarios, se alistó en el ejército para disgusto de su padre. Roger, después de todos los años dedicados a intentar despertar el interés de su hijo por la literatura, se siente traicionado.
Después de una apasionada aventura con una alumna cuarenta años menor que él (Veronica, la narradora), Roger se divorcia de su esposa para casarse con aquella y Ted no se lo toma muy bien. Se presenta una noche en el apartamento de su padre y se enzarzan en una pelea. Veronica llama a la policía y pasan la noche en la cárcel. Por la mañana, ella paga la fianza y quedan en libertad, pero en el aparcamiento, cuando van a separarse, Roger reniega de su hijo lanzándole una calculada diatriba a modo de despedida definitiva.
Ted lo deja pasar y se van cada uno por su lado. Camino a casa, Roger sufre un infarto en el coche, consecuencia del estrés. Mientras es atendido en el hospital, Veronica, que estaba embarazada de Roger, sufre un aborto. Poco después, Ted muere en Afganistán.
Desde ese momento Roger se hunde en la melancolía y el complejo de culpa. Veronica y él se mudan a la mansión Belvedere (la del título), una casa del siglo XVIII estilo Reina Ana[1] donde Ted pasó su infancia. Veronica se encarga de decorar la casa, pero nunca termina de encontrarse a gusto en ella. Se siente vigilada.
There are many houses whose fronts suggest faces—windows for eyes, door for a mouth—but Belvedere House was the only residence I’ve seen whose front suggested a face hiding amongst its windows and angles, just out of view.
Pronto empezarán a experimentar sucesos extraños que creen estar relacionados con Ted. Roger está convencido de que su hijo está intentando comunicarse con ellos desde el más allá y se embarca en un obsesivo proyecto para recrear las circunstancias exactas de su muerte.
Llegado este punto y para terminar con el planteamiento de la novela, es importante añadir que el pasado de la mansión Belvedere suma otra capa más de significado a las experiencias que Roger y Veronica Croydon viven en ella, pues la casa toma su nombre de un pintor que a mediados de siglo XX produjo allí su conocida serie «Dark Feast» mientras compartía alquiler en ella con un tal Rudolph de Castries, artista marginal que había desarrollado una concepción del arte poblada de ideas extrañas, heredadas a su vez de su tío Tibhaut de Castries, autor de un tratado sobre la consciencia de las ciudades llamado «Megapolisomancia», personaje y obra que Langan toma prestados de la novela Nuestra Señora de la Oscuridad, de Fritz Leiber.
Tenemos, por tanto, una novela clásica de casa encantada en la que, como todas las grandes obras de este subgénero, la casa no es sino un reflejo de las obsesiones, culpas y remordimientos de las personas que la habitan. En el texto el lector podrá reconocer abiertamente la herencia con el pasado del género. Dickens es la referencia más obvia, pues aparece citado largo y tendido, así como Ghost Story, de Peter Straub, los Sueños en la casa de la bruja de Lovecraft y la rama más urbana del weird inaugurada por Leiber. Pero también El corazón de las tinieblas, de Conrad, como identifica muy acertadamente Mark Tiedemann en su reseña (Tiedemann, 2010).
Se trata, como todos los grandes relatos de Langan, de una historia dentro de otra: la historia viene contada por un personaje y los acontecimientos narrados en ella vienen filtrados por su percepción y sus prejuicios. Así, los fantasmas del libro están condicionados no solo por el punto de vista de Veronica, sino también por el complejo de culpa de su marido, derivado de un orgullo que le impide perdonar a su hijo y también perdonarse a sí mismo. ¿Es el fantasma una manifestación inconsciente de la obsesión de Roger, que contamina la mente de Veronica? ¿O una manifestación del mundo oculto de su marido, de sus miserias, su pasado y su egoísmo, que Veronica descubre, muy a su pesar, después de la maldición que Roger lanza sobre su hijo?
Porque, por encima de la historia de fantasmas, Langan nos ofrece una reflexión sobre la complejidad que subyace en las relaciones paternofiliales, sobre el amor convertido en odio y las raíces que anidan en una maldición gótica. Sobre el esfuerzo sobrehumano que exige el arrepentimiento para alcanzar la expiación de la culpa.
Los fantasmas que habitan en esta «casa de las ventanas» se alimentan de la culpa y la obsesión por el padre en recuperar la presencia del hijo desterrado. Lo que encanta (u obsesiona) a Roger es la imposibilidad de cambiar el pasado, consumiéndose literalmente en el esfuerzo por doblegar la realidad física a su voluntad para recuperar un tiempo perdido.
Cuando Roger y Veronica empiezan a sufrir lo que ellos llaman la extrañeza de la casa («the weirdness of the house» en el original), se esfuerzan por interpretar lo que han vivido y relacionarlo con su pasado. La casa se nos presenta, así, como una piedra Rosetta que debe ser descifrada, un texto que debe ser interpretado para encontrar la clave que explique el origen y el propósito de su comportamiento:
the rooms in the house had gone from rooms to symbols—everything had acquired a new level of meaning
Lo metaliterario también está presente en otros aspectos, desde la forma en que se nos explica cómo Roger redactó la maldición o su titánica tarea de recrear el momento de la muerte de su hijo, hasta en la misma construcción de la novela, porque en realidad a lo que estamos asistiendo durante su lectura es al intento de Veronica de construir una narrativa capaz de explicar sus experiencias, como su mismo psiquiatra menciona acertadamente:
During my conversation with Dr. Hawkins, she’d said, “We’re all continuously trying to invent a narrative that will account for our lives.”
La maldición que lanza Roger es impactante y marca de forma indeleble la novela. En este sentido, la obra se constituye como una celebración del poder de la literatura y de las palabras, porque es esa maldición, esa cuidada selección de palabras, la que termina por encantar a Roger como si contuviera algún tipo de poder mágico, para conducirle a su aciago final.
Pero además de toda la carga de abstracción que contiene, House of Windows, al igual que su referente Our Lady of Darkness (Fritz Leiber), es también una novela muy apegada a los espacios. Desde la localidad ficticia de Huguenot donde se sitúa la casa y los protagonistas desarrollan su vida académica, hasta la isla de Martha’s Vineyard, donde transcurre lo que para mí es el clímax de la novela, sección que viene precedida por un breve viaje en barco que resulta fundamental para su preparación.
Langan identifica claramente las voces de los dos protagonistas. Ambos tienen formas bien distintas de expresarse e incluso Veronica aparece marcada en su discurso por las rayas propias de la poesía de Emily Dickinson, de la que ella es ferviente admiradora.
El autor también juega de manera muy consciente y desprejuiciada con las expectativas del lector, porque es literalmente imposible encajar la narración de Veronica en el marco temporal que Langan propone. Uno no deja de preguntarse hacia dónde le está llevando el autor y cuáles son los objetivos que persigue la narradora al embarcarse en una confesión tan detalladamente estudiada de los acontecimientos que llevaron a la desaparición de su marido.
En definitiva, House of Windows supone una primera novela excepcional y se incorpora por derecho propio a las obras capitales del subgénero de casas encantadas. Su lectura ha sido una experiencia inmersiva y adictiva, casi obsesiva. En ella Langan despliega a raudales el que considero el principal rasgo de su estilo: una atención por el detalle que siempre está justificada, que dota de una capa de realidad abrumadora a la historia y que constituye en sí misma el armazón de lo inquietante.
BIBLIOGRAFÍA:
Tiedemann, Mark (febrero de 2010). Dark Halls and Dungeons of the Mind. Review of John Langan’s House of Windows. The Internet Review of Science Fiction.
Joshi, S. T. John Langan: Tales from the Heart. S. T. Joshi’s Web Site.
Richard, Larson (19 de octubre de 2009). House of Windows, by John Langan, and Slights, by Kaaron Warren. Strange Horizons Magazine.
[1] El estilo Reina Ana (Queen Anne) tuvo lugar entre los años 1880 y 1910 en EE. UU. y se distingue por un porche envolvente, gabletes, voladizos, torres y profusión de ventanas y miradores. Puede encontrarse un ejemplo paradigmático, por extremo, en el artículo correspondiente de la Wikipedia.